La conferencia inaugural de las VIII Jornadas BUCLE, estuvo a cargo de Maite Pelacho, bajo el título “El papel de la ciencia ciudadana en la ciencia abierta y viceversa».
Física con experiencia en investigaciones socio-ambientales y en filosofía de la ciencia, Maite Pelacho es gestora de proyectos e investigadora en la Fundación Ibercivis en los ámbitos nacional e internacional. En particular, coordina el Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España. Ha investigado y participado en proyectos de ciencia ciudadana desde 1994. Trabajó junto con FECYT en la coordinación y ejecución del conjunto de acciones para el fortalecimiento de la ciencia ciudadana en España (2018-2019), y en el plan de acción para el impulso y consolidación de la ciencia ciudadana en España (2017-2018). Su investigación doctoral gira en torno a la propuesta ético-política de comprender la ciencia y la misma ciencia ciudadana como bienes comunes del conocimiento.
Preguntada sobre el tema central de su conferencia y la ciencia abierta, respondió una serie de cuestiones relacionadas con este ámbito.
¿Cuál es el tema central de su conferencia?
Planteo las interrelaciones entre la ciencia ciudadana y la ciencia abierta. Subrayo que cuando se incluye la ciencia ciudadana como uno de los elementos de la ciencia abierta es porque esta última es más que los movimientos ‘open’ (código abierto, datos abiertos, recursos educativos abiertos, etc.). Desde hace poco más de una década se ha empezado a reconocer –crecientemente en ámbitos políticos en muchos países, también en España— que hay mucha investigación realizada fuera de los entornos institucionales, acuñándose diversos términos para aludir al fenómeno, entre ellos ‘ciencia ciudadana’. En ese sentido, enfatizo la necesidad de potenciar el acceso no solo al conocimiento, sino también a la generación de conocimiento científico válido, la cual no está restringida, de hecho, a los ámbitos institucionales. Lo anterior no quiere decir que cualquiera puede hacer ciencia sin ningún requerimiento, sino que toda persona interesada y que pueda desarrollar las capacidades pertinentes –algo no siempre vinculado a una titulación académica—puede participar activamente en alguna o varias de las etapas de la investigación, por ejemplo, aportando datos, o analizándolos, o formulando preguntas de investigación e hipótesis valiosas.
¿Cuál es la importancia de la ciencia abierta de cara a la sociedad?
La ciencia abierta puede entenderse de modos diversos. Cuando se relaciona con los diversos movimientos ‘open’, desarrollados en las últimas tres décadas, se puede entender que la ciencia abierta a todo el conjunto de la sociedad es una obligación por parte de quienes tengan competencias, y no únicamente porque la financiamos con nuestros impuestos. Todo el conjunto de elementos que configuran la investigación (datos, procesos, publicaciones, infraestructuras, recursos educativos, etc.) deben ser rápida y ampliamente compartidos –no solo dentro de la academia sino con todo el conjunto de la sociedad— para el mejor desarrollo y avance del conocimiento. Lo anterior admite excepciones en situaciones específicas que deben ser razonablemente justificadas (p.ej., en la necesaria protección de datos personales, en relación a la seguridad respecto de resultados tecnológicos sensibles a potenciales y graves usos perjudiciales). Son temas que exigen la necesaria información y deliberación, pero, en su conjunto, la ciencia abierta debe ser un principio fundamental en la investigación.
¿Podría darnos un ejemplo de proyecto de ciencia ciudadana y los resultados obtenidos?
En la conferencia aporto algunos ejemplos emblemáticos. Elegir uno es muy difícil porque hay muy diversos tipos de proyectos de ciencia ciudadana, en cuanto a áreas de estudio, metodologías, escalas de desarrollo, involucración cognitiva, etc. (de modo análogo a como ocurre en la ciencia convencional). Aporto ejemplos de proyectos muy variados en cuanto a áreas de estudio (p.ej., historia, meteorología, proteómica), a escalas de actuación (locales, nacionales, internacionales), a metodologías (p.ej., uso de plataformas de inteligencia colectiva para recopilación y/o análisis de información, monitorización mediante sensores o mediante protocolos de observación directa). Pensando en el contexto universitario de las Jornadas BUCLE, señalo el proyecto que dio lugar a la plataforma de proyectos Zooniverse. Se trata de Galaxy Zoo, lanzado en 2007 por astrónomos de la Universidad de Oxford, quienes entendieron que la colaboración que solicitaban para poder llevar a cabo se proyecto era además muy relevante –revolucionaria en su caso—para lograr la tan deseada democratización del conocimiento. Algunos resultados verdaderamente notables son los siguientes: a las 24 horas del lanzamiento del proyecto se recibieron casi 70.000 clasificaciones por hora. Durante el primer año se recibieron más de 50 millones de clasificaciones aportadas por más de 150.000 personas. En los primeros 14 meses se realizaron más de 60 millones de clasificaciones. La plataforma proporciona tutoriales y, en función de las clasificaciones realizadas, permite trabajar en niveles de mayor dificultad. Los comentarios en los foros sirven para diseñar fases del experimento donde los participantes más implicados toman también parte en las decisiones. Existen muchas y muy relevantes publicaciones científicas que usan resultados de Galaxy Zoo, es decir, de los resultados de los análisis llevados a cabo por muchos miles de personas que no se dedican profesionalmente a la ciencia.
¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta la ciencia abierta?
Si nos centramos en las nociones de ‘código abierto’ ‘datos abiertos’, ‘publicaciones abiertas’, ‘infraestructuras abiertas’, etc., los desafíos son, al menos, de cinco tipos: tecnológicos, jurídicos, económicos, culturales y éticos. Siendo de gran relevancia y complejidad, diría que los desafíos tecnológicos y jurídicos-legislativos no son los más preocupantes. Es la cultura –ética y ciudadana—donde se encuentran, en mi opinión, los mayores retos. Se requiere una reflexión profunda que vaya más allá de los importantes aspectos económicos asociados a la ciencia abierta. Las cuestiones de eficiencia y sostenibilidad no pueden estar desligadas de la imprescindible equidad en la obtención de beneficios, los cuales son económicos, pero también son socioculturales y políticos, en el sentido de lograr óptimos modelos de gobernanza donde las personas, las comunidades, los contextos socioambientales no deberían entenderse bajo una visión utilitarista. La buena noticia es que son muchísimas las iniciativas que manifiestan que existe una cultura donde los objetivos compartidos se abordan mediante un trabajo en común, como se ha señalado en la inauguración de las Jornadas. Esta cultura debe visibilizarse y potenciarse. El reto está en entender que la cooperación –un concepto que no tiene todo el prestigio que debería– es algo necesario en todos los ámbitos, particularmente en la investigación.
En su opinión, ¿cómo pueden las universidades facilitar la interacción entre la investigación científica y la participación ciudadana?
Las universidades tienen un papel fundamental a ese respecto en un doble sentido. Por un lado, hay proyectos de investigación promovidos por científicos profesionales que requieren de la participación ciudadana para poder ser llevados a cabo (p.ej., Galaxy Zoo, desde la Universidad de Oxford; Foldit desde la Universidad de Washington; entre algunos de los más emblemáticos). Esa participación ocurre cuando a la ciudadanía le resulta interesante y/o beneficioso involucrarse, por muy diversas razones: porque se tratan cuestiones que nos afectan directamente (p.ej., temas de salud), porque se abordan temas de nuestro interés intelectual-emocional (p.ej., astronomía, ornitología, arqueología), entre otras muchas. Por otro lado, las universidades pueden dar apoyo a iniciativas de investigación surgidas fuera del ámbito académico. Un caso también emblemático es el de la medida de la calidad del agua del grifo en Flint (Michigan), con motivo de la crisis del agua entre los años 2014 y 2019. La iniciativa surgió por parte de la población afectada, poniéndose en contacto con científicos de la Universidad de Virginia, quienes se involucraron en dar apoyo técnico a los mismos afectados. Así, estos pudieron realizar medidas para afrontar, con datos, el conflicto surgido con las administraciones públicas responsables de la gestión de la crisis. En ambas situaciones ocurre algo de enorme relevancia: las universidades contribuyen a la visibilización de capacidades de investigación más allá de la academia y/o al favorecimiento o potenciación de esas capacidades.
Junto a los dos tipos de situaciones señaladas, las universidades, pueden formar consorcios de investigación junto con otro tipo de entidades, ya sean del sector público (p.ej., ayuntamientos), del sector privado (p.ej., empresas trabajando en cualquier área asociada a las preguntas de investigación) o del tercer sector (asociaciones, fundaciones, comunidades locales, etc.). Hay además entidades –como museos, bibliotecas, laboratorios ciudadanos, espacios maker, etc.— en los tres ámbitos mencionados (público, privado y tercer sector) que constituyen entornos óptimos para la ciencia ciudadana. Los consorcios mencionados, donde la entidad líder puede ser o no la universidad, pueden constituirse a escalas locales, nacionales o internacionales, dependiendo de sus objetivos, de su capacidad para establecer alianzas y de las posibilidades de financiación. Por cierto que, en la historia de la ciencia podemos encontrar ejemplos de este tipo de alianzas, las cuales son realmente imprescindibles si se quieren lograr objetivos comunes del modo más eficiente, riguroso y equitativo.
¿Qué recursos o iniciativas recomendaría a los miembros de la comunidad universitaria que deseen involucrarse en proyectos de ciencia ciudadana?
Principalmente recomiendo visitar sitios web que recojan proyectos tanto activos como ya finalizados. Pueden visitar los sitios web del Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España y de EU-Citizen.Science, plataforma europea de ciencia ciudadana. En ambos sitios pueden encontrar también diversos recursos que son resultados de proyectos (informes técnicos, artículos, material didáctico, etc.) y otros documentos útiles para proyectos (p.ej., guías sobre gestión ética de datos). Pienso que convendría tomar parte en aquellos proyectos que les resulten de interés para tener la experiencia en primera persona, si es que no la tienen. Puedo recomendar también alguna lectura: en primer lugar, el libro The Science of Citizen Science, editado por Springer en acceso abierto), donde colaboran más de 100 autores de 24 países cubriendo prácticamente todos los aspectos de la ciencia ciudadana (como explica el investigador Josep Perelló en una breve reseña del libro). Un libro de carácter divulgativo que incluye múltiples ejemplos de proyectos de ciencia ciudadana e interesantes reflexiones es Ciencia ciudadana. Cómo podemos todos contribuir al conocimiento científico (original en inglés: Citizen Science. How Ordinary People are Changing the Face of Discovery) de Caren Cooper, ecóloga y especialista en ciencia ciudadana. Añado que una de las funciones de la Fundación Ibercivis –fundación para la ciencia ciudadana sin ánimo de lucro—es precisamente dar asesoramiento y apoyo técnico a quienes deseen poner en práctica un proyecto de ciencia ciudadana; además, la mayoría de nuestros proyectos los desarrollamos a través de alianzas con otras entidades.
Para finalizar, ¿qué mensaje le gustaría transmitir a los estudiantes y académicos sobre la importancia de la participación ciudadana en la ciencia?
Pienso que la participación genuinamente cooperativa en asuntos que son del interés general –y, por tanto, también personal– es algo no solo conveniente sino necesario para beneficio del conjunto de la sociedad y de quienes la configuramos. La investigación es uno de esos ámbitos de interés general que, además, es financiada principalmente con nuestros impuestos (también cuando recibimos fondos europeos). Sin embargo, el poder participar activamente en una investigación es una oportunidad para contribuir a la ciencia de manera consciente y activa, y esto es algo que puede suponer, de hecho, un verdadero desarrollo personal y comunitario en distintos sentidos: cognitivo, emocional, social y político en el sentido de cívico. Mi opinión, como la de muchas personas, es que la participación siempre debe entenderse como una acción genuinamente cooperativa. Es muy relevante comprobar que, mediante relaciones de confianza y de reciprocidad no utilitarista, la cooperación –un tipo de colaboración que hace surgir elementos que antes no existían– se mantiene con beneficios duraderos para todos los implicados. En los procesos evolutivos de la naturaleza esto ocurre tras muchos procesos de ensayo error que pueden tomar muchos millones de años, surgiendo entonces organismos más eficientes en términos energéticos o sinergias entre diferentes especies para un uso más eficiente de los recursos. Cuando se aplican las capacidades de inteligencia humana, es posible lograr esos resultados de sostenibilidad y eficiencia junto a una mayor equidad. En este punto recomendaría la lectura de Understanding Knowledge as a Commons: From Theory to Practice, por Elinor Ostrom y de Charlotte Hess (2007) –en colaboración con académicos, bibliotecarios, especialistas en cuestiones jurídicas sobre información digital, activistas defensores del conocimiento abierto—todos ellos pioneros en la comprensión, teórica y práctica, del conocimiento en su dimensión de recurso, o conjunto de recursos, abierto.